Esperaba más del estreno de esta
nueva edición de Gran Hermano. El padre de los ‘realities’ nos sorprendía con
la invasión de los 100 candidatos finales a entrar en la casa. El giro
prometía, porque se saltaba la regla básica de mantener el misterio de los
habitantes y así la sorpresa se sucedía entre la audiencia y los propios protagonistas.
Cualquier espectador ansioso de encierro televisado estaría de uñas, pensando
en haberse perdido alguna de las tramas centenarias de esas horas cuasi
invisibles. Porque el aperitivo que emitieron el lunes se quedó en la gran
anécdota de la cifra y aquella puerta que poco más y se vuelve giratoria. Apenas
nos dieron algunas pinceladas de madres, hijos, ex y viceversa, que parecía más
de lo mismo. Si esa era la revolución, se quedaba en agua de borrajas, pero GH
ya había empezado sin el piloto rojo encendido y Mediaset esperaba exprimir un
formato histórico. La emblemática gala cero comenzaba presentando el plató,
correcto, pero insuficiente, en mi opinión. La escalera de vedette surgió como
un guiño a LA LLAMADA, película de la que el propio Jorge Javier Vázquez es
productor. El de Badalona apareció, más que nunca, como una versión carnal de
Buzz, el mítico presentador de los videojuegos con icónico tupé. Y,
sinceramente, volví a sentir la ausencia de la gran Mercedes Milá. Admiro mucho
el talento de J.J., pero considero que este espacio requiere mucho más que su
chispeante personalidad, amén del rosario de bromas. Su perfil es perfecto para
‘salvamizar’ entrevistas y demás, pero termina contaminando el esquema de
contenidos del show de Guadalix de la Sierra. Es lo que pasó en la edición
anterior y mucho me temo que volverá a suceder este año.
En cuanto al casting, como buen
amante de la primera edición, la sensación no puede ser más que nos encontramos
frente a personajes más que personas. Quizá la apuesta por los vídeos de la
propia selección no ayude, pues en esas piezas se nota que buscaban la
provocación y ser altamente prototipos y tipas. Los días de aislamiento siempre
ayudan a que se relaje esa necesidad de provocación y escándalo. O de
patrocinar el abdominazer, porque anoche hubo mucha tableta gratuita. El grupo definitivo,
a falta del par de elegidos por votación popular, resulta extraño. La belleza
se funde con la extravagancia y los egos tendrán que convivir con los
caracteres más chocantes. Materia viral donde las haya. El juego de luces que
determinó el plantel de inquilinos fue muy visual, con el pantallón y ese
primer plano tan poco favorecedor del presentador. Los juegos posteriores
resultaron cansinos y hasta aburridos. Es normal que tuvieran que introducir
elementos diferenciales, pero se alargó demasiado y la ansiedad de las cobayas
numeradas traspasaba aquellas paredes. Resultaba hasta sádico el jugar con esa
ilusión de convertirse en reclamos de bolos discotequeros y su negación a
decidir por unanimidad quién ocupara una de las plazas fue la mejor revancha.
La casa en sí me parece demasiado
chillona. Los ventanales de aire andalusí no me pegan nada. Me gusta el
recuperar la piscina, inaugurada en el directo por el par de Cristianes de
guapo subido. También que la cocina sea una estancia separada. La paleta de
colores es tan excesiva como el gentío, a modo de manifestantes, que pisaron el
chaletazo catódico y lo dejaron hecho unos zorros. El confesionario siempre
sorprende y esta vez cumple con el sofá popero y esa ilustración animal. Poco
más que añadir. Bueno, un dato importante o no. El de la audiencia que parece
no tenía tantas ganas de compartir con estos vividores su mudanza. Se hablaba
de golpe de efecto de Mediaset estrenando en martes su niña mayor de edad de la
telerrealidad, para apagar la llegada de MASTERCHEF CELEBRITIES. Y pasó lo
inesperado, que los cocinillas VIP guisaron el liderazgo, apagando la reentré
del Súper y cía. Es curioso que hoy se haya cancelado el regreso del dueño del
cortijo a SÁLVAME, anunciado con insistencia en programas anteriores. Me temo
que los despachos echan humo para que la gala de mañana, jueves, tenga mucha
chicha. Es más, en el propio programa vespertino de Mediaset están hablando de
una de las concursantes con mucha transfobia, aludiendo a su pasado y una
supuesta vinculación con el machirulo de apellido nefasto. La ingeniería del
escándalo promete capítulos impagables. Y a todo esto se han cargado el 24
horas, con un aluvión de críticas y fatales nominaciones. Veremos qué juego da el modo revolucionario de esta familia tan expuesta. Coco Chanel, el perro de Nerea, está tranquilo y pide que mantengamos a su dueña lejos un tiempo. Pobre criatura. ¡Feliz aislamiento!
# SÍ · La línea
gráfica de este GH: Revolution es muy potente. Minimalista, pero efectiva. El
ojo ahora tiene fuerza, rebeldía y pasión, elementos que vertebrarán la
estancia.
# NO · Resulta
imposible asimilar ciertas personalidades. Hay otra realidad que desconocemos
hasta que llaman para ser ‘grandes hermanos’. Benditos memes.