martes, 24 de octubre de 2017

'OT' no cruza la pasarela



El tiempo vuela y, a la vez, los hábitos de consumo mediático. Hace dieciséis años nos enamoramos de unos jóvenes inocentes, que con mayor o menor talento artístico, representaban el sueño de vivir, en carnes propias, una auténtica OPERACIÓN TRIUNFO. El formato revolucionó por incluir la convivencia como elemento de enganche. Vivimos el día a día de los muchachos encerrados en la Academia, aplaudimos el rizo cerrado de Nina, los tonos en su sitio de algunos invitados, los romances (escondidos o no). Fue una gallina de los huevos de oro con discos que vendían como churros las grandes superficies. La élite musical protestó por la grandilocuencia de los recién llegados, pero la pataleta sirvió de poco. Lograron un éxito sin (casi) precedentes. La historia posterior es por todos conocida. Los golpes de realidad fueron desiguales, con la pobre Rosa como la peor parada del invento. Hace unos meses ella y sus compañeros se reencontraban ante la mirada millonaria de la audiencia. Entonces, sin haberse ejecutado la cobra, los mandamases pensaron que era buen momento para retomar el programa. Su paso por la privada del rosa chillón se quedó un tanto descafeinado cuando decidieron poner de presentadora a una Pilar Rubio, de lo más limitada. El caso es que anoche, salvando la introducción, llegó el momento de convocar ante el televisor a los más nostálgicos. Esos que se estudiaban las galas, incluso sumaban absurdeces del merchandaising. La campaña previa en redes, con visionados de la virginal edición, ha estado bien construida, aunque parece que ha sido insuficiente. El 19% de share en una noche de estreno así lo refleja. Sin duda, la duración eterna de esta noche debutante fue un lastre. Parecía que la competencia de última hora con LA QUE SE AVECINA podía serlo, pero se quedó en un segundo puesto, lejos de sus datos gloriosos.

El inicio en exteriores, con fallos de sonido y un Roberto Leal hecho un flan no era el impacto esperado en un resurgir. Quizá un guiño de los memorables Bisbal y compañía hubiera conectado con esa esencia de show emocional. Optaron por un fatídico vídeo de casting, eterno y a destiempo. ¿Nadie pensó en un punch que atrapara? Para cuando acabó el repaso a la selección más de uno había bostezado en bucle. Siempre con un pensamiento, el mismo que yo me repetía: «¡Nunca será igual!». Eso sí, me gustó el momento ascensor de la decisión final y me resultó curioso que eliminaran a la chica que podía recordar a Rosa, en versión ELECTRODUENDES. La comparación hubiera sido demasiado obvia. La cabecera muy neón y con la música original me gustó. Entonces entro ella. Mónica Naranjo. La mujer. La diva. La arista. La miembro del jurado. Su actuación grabada, pues una femme fatale como ella no se cambia en un pliqui y lo sabemos, fue un inicio bestial por la voz de la pantera de Figueres. Eso sí, estaba pasada de luces. Como su ídolo, esto fan, me despertó ganas de espectáculo. Otra cosa es que piense que era una concesión muy fácil el que ella abriera la noche. Lo suyo hubiera sido apostar por un nombre internacional que impulsara la máquina. La expectación por descubrir el plató dio paso a la decepción. En pantalla resulta más pequeño de los anteriores, especialmente el espacio reservado a las actuaciones. Mucho led y geometría, pero poca chicha escénica. El giro de las zonas de mesa y sofás se queda pobre. La muchedumbre de público está muy perdida, cuando podían sacar más partido a semejante gentío.  

Del triplete en juicio me quedo con el consejo de la Naranjo sobre el ego, precisamente viendo de su yoísmo, aunque es bueno que los chiquillos lo guarden en los bolsillos. Y sí, metió la pata y el colectivo que la aupó puso el grito en el arcoíris cuando heteronormalizó sus comentarios. El desconocido Ji-Joe se proclamó guardián de la música en sus intros tan poco naturales, mientras el hijo Raphael y Natalia Figueroa sacaba pelo en pecho. Sus comentarios técnicos fueron pedantes. Incluso el tono y los chascarrillos tan guionizados. Feo que se viera la cinta aislante que sujetaba sus micrófonos. El del maestro de ceremonias estaba en su sitio, pero él no siempre. Mejoró según pasaron las horas (¡qué remedio!) y desplegó buenas actitudes. Desde luego, hoy en día Carlos Lozano haría el ridículo. A todo esto, la primera actuación fue a las 23:00 horas y no nos tenían enganchados. Porque lo que habíamos visto de los aspirantes eran muchos derroches vocales y un buen rollo chirriante. Amén de unos estilismos horribles, de los que el equipo no quiso hacerse cargo al recalcar que los habían elegido ellos mismos. Eso sí, el del cuerpo de baile no fue mucho mejor. «¡Ya soy un triunfito!», gritó uno de los dieciocho, un gesto que sí remitía a eso que sabemos que fue algo histórico. Como habitual es que la mosca de la tele campe a sus anchas en los estudios, con manotazos en primer plano para aliviar su vuelo.

Las actuaciones fueron una mala madrugada de karaoke, con los temas elegidos por su enemigo. Más desafinados que Manel Navarro en su eurodrama. Lo del semitono por arriba de uno de ellos fue dantesco. En LA VOZ no pasan estas cosas y eso que sus audiciones están desnudas de opulencia. Reconozco que esta hornada tiene espontaneidad y muy fiel a diferentes estratos de la juventud. Los ensayos previos debieron ser insuficientes, tal y como han reconocido los profesores. La propia Noemí Galera les lanzó el zasca nada más llegar a su nuevo hogar y el primer visionado de debut ha sido grimoso.  Ni la pobre Rosa de España sirvió de revulsivo. Su discurso a trompicones era un lugar común de alguien que no abandona la mirada triste. Y qué decir del vestido de bodorrio con el que cantó su single. Fuera de contexto. El proceso de elección y duda fue algo pesado, como todo el desarrollo. Gracioso fue el desatino de Mario, uno de los perdedores, que repetía «¡Jolines, hay que tener de todo!». El carisma, muchacho, es insuficiente para cruzar la pasarela. Mucho tendrán que trabajar para que los telespectadores sientan esos vibratos, el color de sus voces y perdonen los falsetes. Yo, de momento, seguiré OTeándolo. 
                                                                                                                                                                   
# SÍ · Sin mucha parafernalia, con planos sencillos y declaraciones de intenciones. Así fueron las piezas que nos pusieron cara y nombres imposibles (muy de realities) a los cantarines.

# NO · Mucho anunciar la APP oficial para que fallara. Mala previsión.

miércoles, 18 de octubre de 2017

¡Marchando otro MasterChef!



La cocina siempre ha sido un elemento de éxito televisivo. Es cierto que las recetas de Arguiñano han evolucionado menos que sus chistes, pero los productores han sabido introducir elementos innovadores en otros formatos. El mejor ejemplo es MASTERCHEF, un talent culinario, basado en el entretenimiento como ingrediente principal. Cinco ediciones de anónimos con aspiraciones a cocineros de estrellas infinitas, otras tantas con pinches bajitos y dos con famosos en los fogones, atraídos por la cuota de pantalla y los cachés, demuestran que el público gusta de este particular plato catódico. Con motivo de su programa 100 aprovecho para compartir mi visión del programa, al que reconozco me enganché tarde. La coincidencia con otros enganches en la parrilla y la pereza por algunos de sus elementos más visibles me hacían posponer sin fecha un visionado en condiciones. Básicamente lo poco que había zapeado coincidía con ejercicios bordes y desairados del jurado. Cuando no con una entradilla forzada de su presentadora. Ahora que he consumido alguna temporada completa he de confirmar mi negativa respecto a las caras más visibles. Jordi, Samantha y Pepe me caen mal. Empatizo cero con ellos, sus bromas y considero que sus comentarios se pasan de tono. Supuestamente quieren enseñar, o esa sería su pretendida labor, pero consiguen un desapego importante. Ellos llevan el peso del show y justificarían la ausencia de la ‘maestra’ de ceremonias. Porque por muchos platós que lleve sobre sus tacones la que fuera Miss España no puede considerarse tal cosa. Eva es perfecta para la revista del saludo, pero no es una buena comunicadora. Quizá sea efectiva en Canal Sur al frente de SE LLAMA COPLA, luciendo salero y faralaes, pero no en un prime time. Es  un maniquí de alta costura que intenta colar una naturalidad fingida. Así que el cuarteto reincidente me resulta digno de sustitución inmediata.

Aplaudo la calidad de imagen y lo cuidado de la realización. Tanto en el propio set cocineríl como en los exteriores, algo que se está perdiendo y da mucho juego visual. El programa tiene una identidad muy marcada y cuidada, dignificando una televisión pública que aspira a reencontrarse. Me encanta la capacidad de sorpresa con los propios concursantes, planteando retos constantes que enganchan al televidente. Cualquiera se mimetiza y fantasea con tener el delantal en la lucha contra el reloj. Muy acertados son los totales constantes de los protagonistas, permitiendo la identificación y cercanía. No tanto la duración imposible. La mecánica de los tres fragmentos se estira demasiado, más al programarse tarde de por sí. Quien se inventó el access no contaba con la posibilidad de que Cárdenas hiciera un yoísmo audiovisual y lo emitieran en la tele de todos. Me gustaría saber si ante la inminente llegada de OT piensan cargarse a este dudoso telonero. Quizá así puedan ampliar la fórmula y no restar a uno de sus escasos éxitos, junto a la serie ESTOY VIVO.

Echo en falta material de la formación fuera de cámaras, quizá me pueda la curiosidad a lo reality. Los aspirantes desconocidos incluso conviven a lo GH, de ahí que el fuego avivara historias como la de Jorge y Miry. Me resulta muy curioso que se obvien las recetas y que en el desarrollo los cocinillas parezcan saber de pé a pá menús insólitos. Toda esa intrahistoria se merece buenos planos, para entender mejor la capacidad de aprendizaje o la vocación real de unos y otros. Tampoco me gusta el product placement descarado de la cadena de alimentos en bucle, ni la misma retahíla del vidrio o los comedores sociales. Buena labor en ese sentido, como los donativos a ONG’s. Una suerte de responsabilidad televisiva y corporativa que hace las veces de buenismo. Hay momentos en que chirría. Las apariciones de prestigiosos chefs, más humanos que el equipo oficial, aportan categoría al montaje final. Eso sí, se nota que pivotan siempre sobre los mismos nombres, cuando hay mucho profesional de la Hostelería que no tendrá michelines estrellados, pero sí un talento digno de compartir. Llevó la delantera a su primo hermano, TOPCHEF, logrando un hueco de degustación. El alternar ediciones y recuperar rostros es otro clave de su rendimiento. Así como el papel de las redes, lideradas por el polifacético Abel Arana, quien pone el humor que les falta a los dueños del plató-cocina. Los teléfonos echan humo para protagonizar nuevas temporadas y los campamentos se frotan las manos pensando que habitaran a los chavales del infernal anuncio. Tanto hacer marca se hace pesada. Con probar el bocado semanal me vale. Y no, no me apuntaré a la escuela online. ¡Qué empacho!

# SÍ · Es un escaparate ideal de la gastronomía y los rincones que se suceden a lo largo del país. Así que despiertan el hambre y el turismo bien servido.

# NO · Chefs. Ellos. Ciao.