lunes, 17 de marzo de 2008

Infarto televisivo agudo



"Lo estamos perdiendo. Pero, parece que este corazón quiere seguir latiendo. Parece que de tanto latir estaba cansado pero aún mantiene la llama de la vida catódica".

Ésta bien podría ser la dramatización del filo de la navaja audiovisual del género rosa fucsia, demasiado amarillo en este siglo XXI. En pocas semanas hemos asistido a los funerales insólitos de importantes tótems del corazoneo en pequeña pantalla. La sorpresa vino por el adiós a un tomate cuya salsa ya producía vómitos incontrolables. Le siguió ese aroma exiguo a número 4, que hacía de las tardes una amalgama poco alternativa. Ahora le ha tocado a ese invento de trío vespertino con morralla de impacto y chillidos de vena agigantada. Antes fue la muerte de la travestida noche sabatina de dolce vita antes son de salsa gritona. Pero la primera defunción de hito telebasurero fue la de aquella tómbola con papeletas de insulto y agravio personificado.
En este contexto sólo unos pocos resisten, pero necesitan de un tono más amable de hola corazones o amiguismos previopago para que no haya sobresaltos ni preguntas mamporreras. Y es que en estos escasos supervivientes de lo rosa prima el periodista con estrellistis y pase vip a las vidas famosiles, como testigo exclusivo de los dimes y diretes de las celebrities bizarras. Un querer y no poder, porque no siempre el peloteo indiscriminado tiene el efecto que el público cotilla desea. Pero todo sea por la propia imagen.
Y en este mar en calma de corazones partíos siguen vivos y coleando los hipócritas robahistorias y chismosos del mal gusto y la caricatura bazofiante que se saben lo que se hacen, pero que olvidan del trabajo ajeno. Su proceder es vil y cruento, pero como se apañan entre la minoría aupada por mandamases con posibles pueden hacer lo que les salga del guión.
Pero a todo esto, mi corazón sigue sin latir. Qué narices me importa que el de Paquirrón sea un hostal de bajo coste.
Injusticias divinas, que diría Carmina.

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