La cocina siempre ha sido un
elemento de éxito televisivo. Es cierto que las recetas de Arguiñano han
evolucionado menos que sus chistes, pero los productores han sabido introducir
elementos innovadores en otros formatos. El mejor ejemplo es MASTERCHEF, un talent culinario, basado en el
entretenimiento como ingrediente principal. Cinco ediciones de anónimos con
aspiraciones a cocineros de estrellas infinitas, otras tantas con pinches
bajitos y dos con famosos en los fogones, atraídos por la cuota de pantalla y
los cachés, demuestran que el público gusta de este particular plato catódico.
Con motivo de su programa 100 aprovecho para compartir mi visión del programa,
al que reconozco me enganché tarde. La coincidencia con otros enganches en la
parrilla y la pereza por algunos de sus elementos más visibles me hacían posponer
sin fecha un visionado en condiciones. Básicamente lo poco que había zapeado
coincidía con ejercicios bordes y desairados del jurado. Cuando no con una
entradilla forzada de su presentadora. Ahora que he consumido alguna temporada
completa he de confirmar mi negativa respecto a las caras más visibles. Jordi,
Samantha y Pepe me caen mal. Empatizo cero con ellos, sus bromas y considero
que sus comentarios se pasan de tono. Supuestamente quieren enseñar, o esa
sería su pretendida labor, pero consiguen un desapego importante. Ellos llevan
el peso del show y justificarían la ausencia de la ‘maestra’ de ceremonias.
Porque por muchos platós que lleve sobre sus tacones la que fuera Miss España
no puede considerarse tal cosa. Eva es perfecta para la revista del saludo,
pero no es una buena comunicadora. Quizá sea efectiva en Canal Sur al frente de
SE LLAMA COPLA, luciendo salero y faralaes, pero no en un prime time. Es un maniquí de alta costura que intenta colar
una naturalidad fingida. Así que el cuarteto reincidente me resulta digno de
sustitución inmediata.
Aplaudo la calidad de imagen y lo
cuidado de la realización. Tanto en el propio set cocineríl como en los
exteriores, algo que se está perdiendo y da mucho juego visual. El programa
tiene una identidad muy marcada y cuidada, dignificando una televisión pública
que aspira a reencontrarse. Me encanta la capacidad de sorpresa con los propios
concursantes, planteando retos constantes que enganchan al televidente.
Cualquiera se mimetiza y fantasea con tener el delantal en la lucha contra el
reloj. Muy acertados son los totales constantes de los protagonistas,
permitiendo la identificación y cercanía. No tanto la duración imposible. La
mecánica de los tres fragmentos se estira demasiado, más al programarse tarde
de por sí. Quien se inventó el access
no contaba con la posibilidad de que Cárdenas hiciera un yoísmo audiovisual y
lo emitieran en la tele de todos. Me gustaría saber si ante la inminente
llegada de OT piensan cargarse a este dudoso telonero. Quizá así puedan ampliar
la fórmula y no restar a uno de sus escasos éxitos, junto a la serie ESTOY
VIVO.
Echo en falta material de la
formación fuera de cámaras, quizá me pueda la curiosidad a lo reality. Los aspirantes desconocidos
incluso conviven a lo GH, de ahí que el fuego avivara historias como la de
Jorge y Miry. Me resulta muy curioso que se obvien las recetas y que en el
desarrollo los cocinillas parezcan saber de pé a pá menús insólitos. Toda esa
intrahistoria se merece buenos planos, para entender mejor la capacidad de
aprendizaje o la vocación real de unos y otros. Tampoco me gusta el product placement descarado de la cadena
de alimentos en bucle, ni la misma retahíla del vidrio o los comedores
sociales. Buena labor en ese sentido, como los donativos a ONG’s. Una suerte de
responsabilidad televisiva y corporativa que hace las veces de buenismo. Hay
momentos en que chirría. Las apariciones de prestigiosos chefs, más humanos que
el equipo oficial, aportan categoría al montaje final. Eso sí, se nota que
pivotan siempre sobre los mismos nombres, cuando hay mucho profesional de la
Hostelería que no tendrá michelines estrellados, pero sí un talento digno de
compartir. Llevó la delantera a su primo hermano, TOPCHEF, logrando un hueco de
degustación. El alternar ediciones y recuperar rostros es otro clave de su rendimiento.
Así como el papel de las redes, lideradas por el polifacético Abel Arana, quien
pone el humor que les falta a los dueños del plató-cocina. Los teléfonos echan
humo para protagonizar nuevas temporadas y los campamentos se frotan las manos
pensando que habitaran a los chavales del infernal anuncio. Tanto hacer marca
se hace pesada. Con probar el bocado semanal me vale. Y no, no me apuntaré a la
escuela online. ¡Qué empacho!
# SÍ · Es un
escaparate ideal de la gastronomía y los rincones que se suceden a lo largo del
país. Así que despiertan el hambre y el turismo bien servido.
# NO · Chefs. Ellos.
Ciao.
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