Desde que tengo uso de razón mi sitio estaba frente al
televisor. El electrodoméstico más mágico que alguien creó para mi disfrute
infinito. Cuando el calendario marcaba Navidad me informaba de los especiales
de las cadenas y saltaba de unas a otras, para no perder detalle. Lo que
entonces eran excesos y episodios memorables se han difuminado hoy a unos
mínimos que no entiendo. Puede que el consumo sea menor y la fragmentación de
audiencias haga demasiada pupa, pero el medio tiene que contagiar ilusión y
apostar por formatos brillantes. Nada que ver con lo que nos han ofrecido estos
días. Los enlatados y refritos eran un déjà vu constante, por mucho que adore a
Raphael. El maltrato a la música es algo inaudito en nuestra tele. Necesitamos
recuperar los directos a lo grande, como está haciendo OPERACIÓN TRIUNFO o LA
VOZ. Que los numerazos se llenen de lentejuelas y bailes espasmódicos. Es lo
que ocurría en otras décadas, cuando se alzaba a los números uno del momento al
primer plano y contagiaban con sus éxitos las noches festivas. Hoy, salvo
honrosas excepciones como CACHITOS, en La 2, el recurso al karaoke zapeado
resulta deprimente. Lo mismo con los ejercicios de humor, un bucle que aporta
cero. Eso sí, aplaudo que HOMO ZAPPING se salte el protocolo y hagan unos gags para enmarcar. Con una realidad digital apabullante y nuevos modelos de narrativa,
incluso caras que cuestionan lo establecido, es necesario apostar por otros
esquemas de contar hasta los chistes.
Como amante del directo, aplaudo la decisión de Mediaset por
colocar su locura salvamizada. En un contexto más propio del anuncio amodioso,
Jorge Javier y los suyos fueron la perfecta proyección del surrealismo de cada
casa. El especial que justificaban con videoclips con ‘famosos’ fue una excusa,
sin más. Apenas dieron bombo a esa parte del autotune y se limitaron al
ejercicio de ser ellos mismos. Quizá demasiado. Especialmente en el post-uvas, cuando
el presentador se despelotó e hizo un espectáculo digno del mayor cuñadismo
televisivo. Si araña share, ¡bienvenido 2018! Quizá yo no viera la gracia a su
ego cantado y los pantalones por el suelo, pero seguro que sus espectadores
agradecían el gesto ‘espontáneo’. La competencia prefería a una Chenoa más
triunfal que nunca, justificando contrato de exclusividad en un pase a vídeos
muy ramplón. En la pública José Mota engrosaba sus arcas con sus más de lo
mismo, otra concesión absurda del ente.
Del capítulo Campanadas. Básicamente resaltar el evento
Pedroche. Habría discusiones por el mando y decepciones cuando se abrió el
abrigo rojo y se quedó en el mono de superwoman, tapando sólo sus desvergüenzas.
Esas que su marido emplatará, un año más, para jugar al selfie tonto. Chicote
al lado de la zapeadora era una ensalada mal aliñada. Nada que ver con el
tándem Ramontxu-Anne, perfectamente engrasados. Él capeado y ella de rojo
subido. Sobrios y encantadores, con alusiones a la triste realidad, amén de un
guión que perfectamente podía ser de décadas pasadas. Sin faltar la conexión
canaria, tan estrambótica que chirriaba, en comparación. Fieles a su reality,
el quinteto salvador hizo de las suyas. Apelando a las emociones, los chismes y
las puyas a Lydia Lozano. Demasiados egos a repartir el balconcillo, pero
fieles a su identidad criticona. Quisieron llenar minutos con múltiples tramas,
un ir y venir de tópicos que sobraban. El guiño a la audiencia y sus fotos del
momento se quedó pobre. Bastante tenían con aguantar lloros y entender el
surrealismo de plató. Me tranquilizó que Terelu come las uvas peladas y sin
pepita, como yo. Demasiada telepromoción, mezclando la cebada con la cafeína y
unos estilismos de relumbrón. Seguramente que el rédito del audímetro sea
bueno. Aunque inferior al hito de JJ y la Esteban, logrando el mejor dato de
las privadas, como bien se apresuró a recordar.
Los posteriores de madrugada fueron un triste inicio anual.
La 1 con los simpares Eva González y Carlos Latre, con entradillas del
pleistoceno. Los artistas no fueron de lo más top, ni el propio escenario, con
apenas público de brilli-brilli. Nada que ver con la parodia de MI GRAN NOCHE,
la película de Álex de la Iglesia, que supo recrear los contextos absurdos de
una mítica Nochevieja. Antena 3 siguió refritándose sin pudor y Telecinco
recuperó el concierto de Alejandro Sanz. Casi mejor que el desparrame del desdibujado
José Luis Moreno. ¿Cómo se habrá ganado los cuartos el rumano/búlgaro/ruso de
dos metros que hacía los teatrillos? Un misterio digno de Íker Jiménez. Como
otros tantos que espero se resuelvan y acaben con renovar el espíritu catódico
en un momento tan singular. ¡Feliz 2018! ¡Que la tele nos sorprenda… para bien!
# SÍ · Habrá quien
esté pendiente de los primeros anuncios del año. En mi caso, no puedo evitar
descubrir los avances de temporada. Por mucho que sepa qué novedades están al
caer, es emocionante ver el compactado de programas, series y películas. ¡Tele-adicción!
# NO · Mi cruzada
contra el más de lo mismo. Hay mucho talento que se merece un hueco. ¡Basta ya de
repetir esquemas y caras!
No hay comentarios:
Publicar un comentario