MAESTROS DE LA COSTURA no es un talent a medida, sino más
bien un Zara de MASTERCHEF. La premisa de la moda prometía, como la elección
del jurado y de una Raquel Sánchez Silva siempre brillante. Aunque el primer
programa me ha demostrado que la productora Shine Iberia ha querido apostar a
caballo ganador y ha hilvanado un primo hermano del concurso de los chefs
amateurs. Todo el desarrollo es un calco, adaptado al lenguaje y las
necesidades modísticas, pero la comparación resulta inevitable. Desde la disposición
de los protagonistas en plató, los totales de los participantes con ese fondo
que de utensilios de cocina ha pasado a recortables de maniquíes, la estructura
de las pruebas clasificatoria, en exteriores y de eliminación, la rotulación y
la gestión social de los aprendices con su nombre bien arrobado. Ejercicio que
me parece bien para encender Twitter, algo que el community manager Abel Arana
hace como nadie. Pero echo de menos presencia en redes como Instagram, donde
explotar la creatividad de los candidatos y así mostrar sus orígenes cosidos y
la posterior evolución. Alabo a la presentadora que sí hace olvidar el papelón
fuera de lugar de Eva González, aunque no me gusta nada que peloteen sus
estilismos. Es genial que ella haga visible la moda española, pero bastaría con
un crédito en pantalla y no tantos aspavientos del trío de diseñadores. De
ellos diré que me parecen demasiado forzados, con un papel demasiado aprendido,
para garantizar el show. Ciertamente se complementan y puede que con más rodaje
sean hasta efectivos. Si algo me gusta es que les desborda su pasión y no se
amilanan si tienen que coger el trapo por los hilvanes. María Escoté no paraba
con un baile de San Vito muy inquietante. Palomo Spain escenifica su exceso de
pechamen y surrealismos con poca gracia. El más top es un Lorenzo Caprile
entregado al aleteo de manos y al pique con el rebelde Eduardo. Petardadas, las
justas. Por mucho que vista a La Terremoto de Alcorcón y pasee su mariconismo
sin remilgos.
Las presentaciones de los aprendices se quedaron cortas y
algunas llegaron un poco tarde para entender su enganche con la cosa costural.
Después sobraron los momentos emocionales de las fotos de la abuela y demás
familia, apelando ahí a algo que chirriaba. Me gustó mucho el paso a paso
ilustrado de las pruebas. No sé si dará tiempo a copias masificadas, pero
aportaba un elemento muy interesante de interacción con la audiencia. Tanto
como el diccionario de los términos más técnicos, haciendo cómplices de la
jerga a todos en casa. El plató en sí es una maravilla, espacioso y con
perfecta iluminación. Dominando los colores cálidos y con tantas piezas que te
transportan a los talleres de verdad. Todo sea para perderse entre telas y
botones. La elección del casting final me pareció demasiado estereotipada. Que
en GRAN HERMANO primen los personajes, más después de infinitas ediciones, es
hasta necesario. Aquí estiran esos clichés en exceso del moderno chillón, al
padre buenorro, la religiosa extrema, los gemelos come santos, la gasolinera Bratz,
la modelo de pasarela, la mamá numerosa, el rarito… Que son peculiares, un
rato. Que fuera necesario perfilar tanto sus singularidades, no lo tengo tan
claro en un espacio que debe primar el talento fashionista. Fue sorprendente el
peso de Dios en varios de los llamados a Cibeles. Mentando hasta el Espíritu
Santo para un final feliz. Insólito.
Aunque creo que hubo momentos de tensión fingida, resalto
positivamente el apoyo del jurado ante las crisis varias. Así como una Raquel
implicada al máximo. Aplaudo la sala de deliberación de las prendas que, a
diferencia de los platos, llega más el éxito o fracaso real. El ritmo del debut
resultó mejorable, agradeciendo los toques de humor. Es un acierto que
instruyan a los espectadores en la Historia de nuestra Moda, como el homenaje a
un Pertegaz único. Una duda, ¿es necesario colar un libro de esto? Qué obsesión
por estirar el dobladillo. Faltó que cualquiera insistiera en reciclar la ropa
en contenedores solidarios o del H&M. La metáfora del costurero y demás
era otra revisión de los cuchillos de los chefs. El premio de la máquina de
coser, que en pantalla parecía pequeña y hasta básica, resulta
pobre. Y, por último, ahórrense los refranes con calzador. En
resumen, que de aquí a alcanzar la maestría aún les queda mucha tela que
cortar.
# SÍ · Es genial que la televisión se abra a otros
universos, que explore y presente la esencia de nuestra moda. Un mercado que
suma infinitos profesionales, que agradecerán tener una ventana de visibilidad.
# NO · La alargada sombra de tantos MASTERCHEF.
Internacionalmente hay otras fórmulas con el diseño como clave que quizá tenían
que haber reinterpretado, sin necesidad de calcar su propio producto.
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