martes, 13 de febrero de 2018

Coser y refritar



MAESTROS DE LA COSTURA no es un talent a medida, sino más bien un Zara de MASTERCHEF. La premisa de la moda prometía, como la elección del jurado y de una Raquel Sánchez Silva siempre brillante. Aunque el primer programa me ha demostrado que la productora Shine Iberia ha querido apostar a caballo ganador y ha hilvanado un primo hermano del concurso de los chefs amateurs. Todo el desarrollo es un calco, adaptado al lenguaje y las necesidades modísticas, pero la comparación resulta inevitable. Desde la disposición de los protagonistas en plató, los totales de los participantes con ese fondo que de utensilios de cocina ha pasado a recortables de maniquíes, la estructura de las pruebas clasificatoria, en exteriores y de eliminación, la rotulación y la gestión social de los aprendices con su nombre bien arrobado. Ejercicio que me parece bien para encender Twitter, algo que el community manager Abel Arana hace como nadie. Pero echo de menos presencia en redes como Instagram, donde explotar la creatividad de los candidatos y así mostrar sus orígenes cosidos y la posterior evolución. Alabo a la presentadora que sí hace olvidar el papelón fuera de lugar de Eva González, aunque no me gusta nada que peloteen sus estilismos. Es genial que ella haga visible la moda española, pero bastaría con un crédito en pantalla y no tantos aspavientos del trío de diseñadores. De ellos diré que me parecen demasiado forzados, con un papel demasiado aprendido, para garantizar el show. Ciertamente se complementan y puede que con más rodaje sean hasta efectivos. Si algo me gusta es que les desborda su pasión y no se amilanan si tienen que coger el trapo por los hilvanes. María Escoté no paraba con un baile de San Vito muy inquietante. Palomo Spain escenifica su exceso de pechamen y surrealismos con poca gracia. El más top es un Lorenzo Caprile entregado al aleteo de manos y al pique con el rebelde Eduardo. Petardadas, las justas. Por mucho que vista a La Terremoto de Alcorcón y pasee su mariconismo sin remilgos.

Las presentaciones de los aprendices se quedaron cortas y algunas llegaron un poco tarde para entender su enganche con la cosa costural. Después sobraron los momentos emocionales de las fotos de la abuela y demás familia, apelando ahí a algo que chirriaba. Me gustó mucho el paso a paso ilustrado de las pruebas. No sé si dará tiempo a copias masificadas, pero aportaba un elemento muy interesante de interacción con la audiencia. Tanto como el diccionario de los términos más técnicos, haciendo cómplices de la jerga a todos en casa. El plató en sí es una maravilla, espacioso y con perfecta iluminación. Dominando los colores cálidos y con tantas piezas que te transportan a los talleres de verdad. Todo sea para perderse entre telas y botones. La elección del casting final me pareció demasiado estereotipada. Que en GRAN HERMANO primen los personajes, más después de infinitas ediciones, es hasta necesario. Aquí estiran esos clichés en exceso del moderno chillón, al padre buenorro, la religiosa extrema, los gemelos come santos, la gasolinera Bratz, la modelo de pasarela, la mamá numerosa, el rarito… Que son peculiares, un rato. Que fuera necesario perfilar tanto sus singularidades, no lo tengo tan claro en un espacio que debe primar el talento fashionista. Fue sorprendente el peso de Dios en varios de los llamados a Cibeles. Mentando hasta el Espíritu Santo para un final feliz. Insólito.

Aunque creo que hubo momentos de tensión fingida, resalto positivamente el apoyo del jurado ante las crisis varias. Así como una Raquel implicada al máximo. Aplaudo la sala de deliberación de las prendas que, a diferencia de los platos, llega más el éxito o fracaso real. El ritmo del debut resultó mejorable, agradeciendo los toques de humor. Es un acierto que instruyan a los espectadores en la Historia de nuestra Moda, como el homenaje a un Pertegaz único. Una duda, ¿es necesario colar un libro de esto? Qué obsesión por estirar el dobladillo. Faltó que cualquiera insistiera en reciclar la ropa en contenedores solidarios o del H&M. La metáfora del costurero y demás era otra revisión de los cuchillos de los chefs. El premio de la máquina de coser, que en pantalla parecía pequeña y hasta básica, resulta pobre.  Y, por último, ahórrense los refranes con calzador. En resumen, que de aquí a alcanzar la maestría aún les queda mucha tela que cortar.

# SÍ · Es genial que la televisión se abra a otros universos, que explore y presente la esencia de nuestra moda. Un mercado que suma infinitos profesionales, que agradecerán tener una ventana de visibilidad.

# NO · La alargada sombra de tantos MASTERCHEF. Internacionalmente hay otras fórmulas con el diseño como clave que quizá tenían que haber reinterpretado, sin necesidad de calcar su propio producto.

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