domingo, 17 de febrero de 2008

Galas, ese marco incomparable



El año televisivo tiene varios hitos. Y siempre las galas han marcado un antes y un después. Más allá de ¡Murcia, qué hermosa eres! y otras injustificables producciones turísticas, el común de las galas han marcado un auténtico acontecimiento para todo telefrikie que se precie. Pero para mi desgracia, en los últimos años estamos asistiendo a una auténtica devaluación de esta fórmula catódica que no debe quedarse en una mera pasarela de lucimiento personal. Sus contenidos y continentes deben primarse para dar a la audiencia un producto más que comestible, disfrutable. Los ejemplos más reciente, las ceremonias de los Goya y los TP's han confirmado esta caída en picada del género. Parece que las ideas en cuanto a guión, escenografía, presentación y puesta en escena en general han quedado caducas, sin una renovación deseable y necesaria a estas alturas de siglo audiovisual.

La oportunidad de ver estos días lo bien que lo hacen los suecos en su previaeurovisiva me ha reconformado la situación de alarma. Ellos tienen sentido de la estética y el espectáculo. Saben dar emoción y show en dosis justa, sin esos excesos de reloj y grosor de los que pecamos patriamente. Sin duda, desde el frío han aprendido un sistema rentable de cara al espectador y al sentido último del entretenimiento. Han sabido mirar a la meca americana pero sin abusar de plagios ni repeticiones supérfluas. En una adaptación propia y con ganas de la gala como formato que explotar. Aquí, en esta España nuestra el conformismo nos conduce a la mediocridad. Mieda me da pensar cómo será la presentación final del racimo candidato a Eurovisión. El año pasado se sacaron de la manga Misión Eurovisión y ni Paula Vázquez vestida cual Carrie Bradshaw salvó el caos. Expectante vivo ante la patraña que nos servirán en bandeja desde un ente pasado de roscas, modas y sentidos.
Nunca borraré de mi memoria selectiva y televisiva esas primeras ganas de las televisiones generalistas, las mismas que rompían el maleficio de una pública anquilosada en sus malas praxis. Programas que tenían caché, donde las estrellas eran cercanas, incluso sabían fingir y defender con sonrisa profidén programas insufribles. Eran tiempos de apariencias entre lentejuelas y purpurinas, en los que a las azafatas se les hacían vestidos de retales de quita y pón, con zapatos de cartón. Verídico. Pero el sentido artístico no se perdía. Hoy prima el humor desgraciado, con grandes popes que se creen copes de lo suyo. Y así el avance se convierte en retroceso.

Por una gala digna.

1 comentario:

SemiSueca con frío dijo...

Lo cierto es que la gala de los TP fue patética. Planos de butacas vacías, lejanía del escenario, presentadores muy pesados y guiones sin ningún ritmo...

Paula Vázquez está de capa caída, creo que incluso hizo un mejor papel en Misión Eurovisión que lo que ahora se dedica a hacer en FAMA. Todo el día con risas, gritos, lapsus por olvidarse de nombres y lo más grave: frases a lo verdulero que no vienen a cuento.

Y ya ni me pongo a comentar el patetismo del presentador de PasaPalabra - ahora pluriempleado en ese formato en el que buscan "talentos" - no vocaliza ni pa' atrás.

Habrá que aprender más de presentadores menos populares, como Mara Torres (La2), y dejarse de tirar siempre de los cuatro desgastados de siempre...

Te animo a hacer una crítica de presentadores y a descubrirnos nuevos talentos.

Un abrazo ;)