miércoles, 13 de abril de 2016

‘El Caso’ es que me gusta



Estoy muy alejado de la programación de la televisión pública. Hace tiempo que no entiendo los criterios sin sentido, las decisiones políticas que han hecho que pierda objetividad, modernidad e innovación. Añoro los espacios de Santiago Tabernero, esos ALASKA Y…, tan bien guionizados por Paco Tomás y Félix Sabroso, rompedores, irreverentes, actuales. Como mucho salvo los OCHÉNTAME o VIAJE AL CENTRO DE LA TELE, porque su archivo es una mina. Muy recomendable volver a ellos, aunque sea A LA CARTA. Pero hace unas semanas, haciendo un zapping tonto, descubrí EL CASO, la nueva serie de la productora PLANO A PLANO, de César Benítez y Aitor Gabilondo. Había leído sobre ella, pero me daba, ciertamente, pereza. Así que no fue como con otros estrenos, que afilo el mando y la hora para no perder detalle desde el inicio. Aterricé sin querer en su primera historia y me quedé atrapado. Su factura está muy bien resuelta, ese aire vintage tan VELVET, aquí con intriga y un elenco actoral que, a mi juicio, supera al de Antena 3. Y eso que nunca he sido muy fan de Verónica Sánchez o el aquí enjuto Fernando Guillén Cuervo, pero dan una naturalidad entre decadente y chic a sus personajes, por no citar al resto de secundarios, muy realistas, acertados hasta en los pequeños detalles. Puede que ser periodista me conecte inconscientemente con lo que cuentan, aunque yo nunca he investigado sucesos de tal modo, sin escrúpulos y con una dosis de imaginación infinita. Esa María Casal ejerciendo de diva, esa trama gay (también muy VELVET) de dos chicarrones de amor a la contra (qué parejón el de Raúl Tejón y Marc Clotet), esa misma Natalia Verbeke divertida y perdida entre el ángel (que sube demasiado a los infiernos) y el demonio despreocupado, volcado en sus reportajes.

Me gusta que muestren cómo se maquetaba a la antigua, el sonido de las máquinas de escribir en plena inspiración periodística, la sobreimpresión en pantalla de los titulares impulsivos y amarillentos… Esta productora sabe lo que se hace, porque han dado a sus diferentes productos una personalidad muy concreta. Aquí las audiencias no acompañan, menos ahora con el titán de LA QUE SE AVECINA o el datazo de Cristiano Ronaldo y sus compañeros en remontada. Finiquitarán la temporada y seguramente la entierren en un cajón. Y a mi juicio será un error, porque TVE necesita series así, que derrochen autenticidad y hagan partícipe al espectador. Lo consiguió con LOS MISTERIOS DE LAURA, maltratada aquí y alzada en EE.UU. (soy fan de la versión americana con Debra Messing). No entiendo que retomen una segunda temporada de OLMOS Y ROBLES, flojita, flojita, y dejen en el camino historias como ésta. ¡Qué articulazo escribiría Margarita Landi! La recuerdo de niño en los platós, con todo su misterio. Pero aquí, en carne nostálgica con la maravillosa Salinas, esto quiero decir Blanca Apilánez, me parece un regalo para el teleadicto. En sus tramas hay romanticismo, pero con cuentagotas, saben dosificar el desarrollo argumental y cada caso consigue atrapar. Como el asesino múltiple del rosario que pulula entre los planos y vuelve del pasado para martirizar al bueno de Jesús Expósito. Mientras el atontado Peluso no se entera de nada, sólo de lo que le hace sentir la niña bien de aspiraciones escribanas. ¡Me encanta! Con ganas de leer el nuevo número. Y ya pueden matarse los vecinos de Montepinar, los vascos/andaluces condenados a entenderse o Pedroche Express, que no pienso faltar a la rotativa televisiva. Si me haces caso, da una oportunidad a la serie, ¡te gustará!

#SÍ · Las recreaciones de los asesinatos o sucesos fatales, con la pareja de protas observando el momento desde dentro, para escribir así una mejor crónica.

#NO · La interpretación de Antonio Garrido. Me gustaba más como presentador. Aquí está excesivo en su hijoputez, entiendo que por exigencias del guión, pero acaba resultando hasta paródico. 

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